Existen numerosos factores que pueden provocar la alopecia. Pueden ser de tipo hormonal, infeccioso, alimenticio, inmunológico, etc También puede influir mucho la estación del año en la que nos encontremos, ya que el cabello se cae más en otoño y primavera, también hay que tener en cuenta si una mujer está embarazada o llega la menopausia. Se ha demostrado que el estrés por sí sólo no causa alopecia, pero es verdad que puede contribuir a desencadenarla.
Los varones presentan tasas más elevadas de calvicie que las mujeres. Un 65% de la población masculina se ve afectada por la alopecia androgénica. Los adultos jóvenes son propensos a padecerla. Los hombres suelen perder el cabello en la zona frontal (lo que se conoce como entradas) y en la coronilla. Por el contrario, a las mujeres les empieza a clarear el cabello de forma difusa. La calvicie femenina suele ser más acusada en la zona donde se apoyaría una diadema.
Los cosméticos capilares (champús, gomina, laca, tinte…) son productos que no llegan a la raíz folicular, que es la estructura relevante en la alopecia. Los champús anticaída carecen de eficacia terapéutica.
La alopecia implica pérdida de densidad. Por eso hay que diferenciarla de la caída capilar. Es normal que el pelo se caiga, ya que la raíz folicular es una estructura viva que produce folículos pilosos constantemente. Se estima que cada raíz folicular (en el cuero cabelludo hay unas 100.000) produce entre unos 15 y 20 folículos a lo largo de la vida. La caída de cabello no implica necesariamente que quien la sufre se vaya a quedar calvo. Es algo parecido a lo que ocurre con las uñas: se cortan y crecen del nuevo. Al día se pierden entre 100 y 200 pelos.
Los tratamientos para la alopecia son lentos, ya que tienen que hacer efecto para mejorar la raíz folicular. Además, el pelo tiene luego que crecer (alrededor de un centímetro al mes). El trasplante es otra solución, aunque no surte efecto en la alopecia areata.